MANUAL PARA ENTENDER LAS DISTANCIAS





SOMALIA, POR EJEMPLO


No puedo hacer las camas.
Hay una niña en el pasillo.

Llora
acurrucada en un rincón.
Mi casa se ha vuelto
un laberinto de sombras.
Recovecos infieles
de los planos más obvios.
Solo intento continuar
mis tareas cotidianas
pero ella no atiende
a mi súplica de silencio.

Llora
y araña el suelo
observando encogida
los surcos inútiles:
reconozco su mirada,
su estupor
- casi su reproche -.

Llora
y va menguando en el llanto.
Tal vez, dentro de unas horas,
no sea más que un charco en mi pasillo.


***


MI MADRE


Ella mira tras la ventana.
Las palomas como gárgolas
lloran en el tejado.
Toda la tristeza que la viste
lleva olor de valeriana.

Mi madre
que bailó con las orquídeas
en pérgolas de primavera
y diseñó olas amarillas
para sus pies descalzos.
Mi madre
que desalojó los fantasmas
de todos mis armarios
para llenar los estantes
con fruta madura.
Mi madre
solo sabe -ahora- contar
del diez al cero las nubes
y fundirse lentamente
como granizo en agosto.

Ella mira tras la ventana.
Al este,
nace la luz.

***

COBARDÍA


Tienes razón cuando dices
que nos faltan las palabras,
o el ritmo,
o la humildad
necesarias para conmover
tanto espíritu dormido.
Que la poesía es
el último reducto de los valientes.

Mas yo entiendo
la cobardía de los hombres.
¿Acaso, tú, no dejas, perezoso,
que los años te tiñan de gris?
¿Cómo quieres luchar
por los hijos menores
de los dioses ínfimos
si tus manos encogidas
ya no saben sujetar
el hilo de una cometa?
Valientes de pecho afuera
y muertos de miedo
entre las violetas y el sofá.

Sí, podemos escribir
los versos de los guerreros.
Observar el bosque y gritar
ya viene el lobo.
De nada sirve rezar
quemando varas de incienso.
Solo queda apagar las hogueras
y asfixiarnos con el humo
de los rescoldos.


***


 DEL  XV


Vuelve una lágrima desde el libro
hasta el nacimiento quebrado
tras la valla de cristal.
Una ventana espera.

Es azul el camino,
dédalo a tu mirada.
Y mis piernas abiertas
en la deseada simetría de tus pestañas.

Poseída en la noche recreo
al dictado de lluvia que cae
desde tu cielo a mi mar.

Se cuela el viento que gime
con los sonidos antiguos
de todas las voces
que susurraron amor.

Sólo el tacto de madera
del cabezal de mi cama
se compara a tu piel.

La noche trae en el silencio
la tierra palpitante                    
y el pulso de las estrellas         
que delatan - traidoras -
que escribo para ti.


No voy a pronunciar hoy
las palabras prohibidas.