TUYA ES LA VOZ






Cabalga un jinete rojo
espada grito degüello hospicio
                                                            alba dolorosa

                                                                                                             
Cabalga un jinete negro
balanza llanto ayuno frío
                                                            no dañarás el aceite ni el vino


Cabalga un jinete bayo
guadaña peste negro miedo
                                                            palidez enfermiza
                                              

Cabalgan, de blanco,
los ángeles de la victoria
                                                            sobre tu lecho de niño


***

Eran ángeles.
Volaban.
En las mañanas sin alas,
voces rudas de fontana,
puntuales gotas de miel.

Alisando lienzos blancos
en las alcobas marchitas.

Volaban.

Sonidos de campanillas
clamaban su presencia.

Volaban en el polvo de la luz,
en la perspectiva de los corredores.
En las bacinillas,
volaban.

Himnos en el jardín,
sempiterna primavera
de las canciones precisas.

Eran ángeles.
Volaban.                                                                                       

Traían en bandeja
caricias de seda,
palabras de seda,
minutos de seda,
sueños absolutos de seda.

Eran ángeles.

En píldoras de seda.



Volabas.


***



No caminar
en círculos de viento.
Rozar las paredes
en pasos inclinados.
Buscar
la mano segura
que no está
pero
siempre
permanece. 



El sendero, angosto.
La luz, difusa.
Una breve pausa.
.
..
...
La brecha en el cielo.

Sabes
que ya no existen otros caminos.
Este
- tus pasos -
el único.

Y quieres llegar,
ver
el final.

Y no llegar.        


               
Detener el tiempo.
Volverlo espiral.

Desandarlo firme,
regresando al núcleo.


Habitar
el vientre de la ola.
El ojo del huracán.
La falacia
de una calma aparente.

Antes del derrumbe.


Deslizarse
por los fulgores del sol.
Regresar
al pubis de la sombra.

Escuchar mis tacones
en el habitual
camino solitario.

Llorar.





Buscar una puerta.
Ingresar.
Eso es la vida:
inclinaciones obligadas.
Enderezar el rumbo.
Detener la náusea.



Somos ratones
en un laberinto.
Alguien colocó
un pedazo de queso
en su mitad.

Entramos en el bosque.

Intentamos salir.





Como espectros
- sonido de pasos en la nada –
se cruzan.
No se miran.
No se hablan.

Olas perdidas
que rememoran
el lugar de origen.
Y la última playa.




Es mentira
el ascenso y la gloria.
Solo queda
el eco
hueco
de mis pasos.






Música huera.
Gotas de metal.
Siempre fueron mis tacones
la sinfonía.
La fuerza de mis pasos.





Se acabó.
Un camino sin salida.
Interrupción
y pausa necesaria.
Retomar.
Retornar.

Hablas del tiempo
cortado de un cono.
Planos inclinados
elevando la masa
gelatinosa
de una elipse.

Me regresas al aire
voluptuoso y frágil
de las academias.

Volátil.
Efímero.
Inmortal.